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Cuándo no emprender

Cuándo no emprender
Photo by AMAL BEN SAAD / Unsplash

Las historias de éxito de algunos emprendimientos esconden a veces el lado menos atractivo.

El emprendimiento ha sido y es el motor de la innovación y el crecimiento económico en todo el mundo. De hecho hay unos 582 millones de emprendedores en el mundo, según cifras del Global Entrepreneurship Monitor. Los emprendimientos con un componente digital son los más beneficiados con el potencial de crecimiento gracias a que la propuesta de valor son más fácilmente escalables y permiten llegar a más personas y mercados de forma muy rápida.

Empresas "unicornio", es decir, startups valoradas en más de mil millones de dólares, son cada vez más comunes, incluyendo en Latinoamérica como los casos de Rappi (Colombia), Nubank (Brasil), Mercado Libre (Argentina) o Kushki (Ecuador).

La narrativa es muy atractiva: a quién no le gustaría crear una empresa que valga muchos millones, estar en una cultura "cool" y disruptiva, y crear un producto innovador que sea asimilado por miles o incluso millones de personas. Pero no siempre es así.

Razones a favor de emprender hay muchas aparte de las ya mencionadas. Se tiene la oportunidad de revolucionar un sector o industria creando nuevos mercados o formas de hacer negocio, se genera un ambiente de trabajo de libertad y flexibilidad donde las ideas frescas son las mejor recibidas, y claro, supone un desarrollo personal y profesional donde se destaca el aprendizaje continuo y la adaptabilidad al cambio.

Sin embargo, muchas personas animadas inicialmente por el emprendimiento descubren que impulsar y hacer crecer un negocio es trabajo duro y lleno de vaivenes. Existen razones de peso racionales y emocionales a tomar en cuenta.

Riesgo y/o inestabilidad financiera. Si no te imaginas sin tener un ingreso estable y proyectado, emprender no es para ti. Aunque eventualmente la solidez financiera puede llegar, los ingresos no son siempre consistentes y en muchos casos puede tardar mucho hasta que sean generosos. También no hay que olvidarse que la inversión inicial y los costos operativos pueden ser significativos, sin considerar que alrededor del 20% de las nuevas empresas fracasan en su primer año, y solo el 25% sobrevive más de 15 años.

Inestabilidad y presión. La incertidumbre y la carga de ser responsable de una empresa pueden llevar a un estrés bastante significativo, más aún cuando errores tuyos pueden significar la pérdida de trabajo de otros o la desaparición de toda la empresa. Si te desmotivas fácilmente emprender puede ser muy complicado, dado que los errores y los fracasos son constantes y la perseverancia y persistencia son claves porque la prueba y error son el método natural de poder encontrar el camino correcto. De hecho en un emprendimiento no hay otras personas a quiénes culpar. Si las cosas no van bien, y será inevitable que suceda en algún momento, la responsabilidad es única y exclusivamente de uno.

La falta de equilibrio entre el trabajo y la vida personal. Las vacaciones de varias semanas de desconexión no suelen existir, o si existen al inicio no serán pagadas. El horario de oficina es puramente referencial y las horas extra se hacen porque se tienen recursos limitados. No es ni será siempre la norma pero quien no esté dispuesto al sacrificio inicial no está preparado para emprender.

Amor por la crítica o, dicho de forma coloquial, tener "piel gruesa". Las críticas y opiniones negativas no solo existirán sino que serán necesarias porque se requiere un canal de retroalimentación desafiante que permita que los errores se identifiquen y se corrijan lo antes y mejor posible. Si no se tiene la facilidad de aceptar críticas o ver las puertas cerradas de muchos clientes o inversores, emprender no es lo tuyo.

Finalmente, un elemento clave es querer emprender solo para hacerse millonario. Comprarse la idea del emprendimiento por historias de Instagram o por los ejemplos más exitosos de startups puede cegar la visión que muchos líderes tienen detrás de por qué emprender y cuál fue el propósito que los llevó a haberse sacrificado inicialmente por crearlo. Se tiene realmente querer crear algo diferente e importante para las personas y se tiene que respirar la pasión detrás de ella, porque el esfuerzo tiene que tener un sentido en sí mismo. El dinero es un valor intercambiable y por eso no puede ser un propósito.

Con estos aspectos no pretendo desmotivar a futuros emprendedores sino todo lo contrario, brindar elementos más objetivos que permitan tener una decisión informada más allá de las apariencias. El camino del emprendimiento es una montaña rusa que para quienes lo disfrutan puede formar parte de su verdadero propósito de vida. Al final, lo que realmente importa es disfrutar en lo que uno trabaja más allá de quién lo paga.

(Publicado en el Diario Gestión)